Como reacciona nuestro cuerpo al frió intenso



Sentir frío es una sensación desagradable pero tiene un fin importante: hacer de "chivato" para evitar que el cuerpo entre en hipotermia.

Del mismo modo, las reacciones que se producen cuando estamos expuestos a bajas temperaturas ocurren por una razón: todo responde a un complejo plan que el organismo inicia para mantener la temperatura del cuerpo estable.



Dónde “empieza” la sensación de frío

Repartidos por toda la dermis tenemos termorreceptores, una especie de “minitermómetros” que detectan una bajada de temperatura y, por tanto, el frío.

Cuando el clima exterior se encuentra alrededor de los 10º C esos receptores se activan y, a través de los nervios, envían un mensaje al cerebro para advertir del descenso de temperatura.


Quien recibe esa información es el centro regulador de la temperatura corporal del cerebro, que es el hipotálamo. Se trata de una especie de “control central”, un sistema natural "avanzado" que también se encarga de gestionar otras muchas funciones del organismo como, por ejemplo, el hambre o la sed.

Al recibir ese mensaje tú experimentas sensación de frío,que es una “alarma” para que busques cobijo, te abrigues, te acerques a puntos de calor…

Pero, al mismo tiempo, el hipotálamo inicia una “batalla” interna para mantener la temperatura corporal estable. Lo hace liberando determinadas hormonas y activando el sistema nervioso. Todo ello provoca los típicos síntomas del frío que tú percibes claramente.



Por qué te “encoges” y tiemblas

Casi por instinto, cuando hace frío te mueves (frotas tus manos, mueves las piernas y los brazos… ). Y son medidas inteligentes porque al moverte generas calor.

Con el mismo objetivo, el hipotálamo da orden a los músculos de contraerse rápidamente. Por esa razón cuando tienes frío te encoges y sientes entumecimiento.

Si el frío es intenso, las contracciones de los músculos se hacen intermitentes y se producen “espasmos” musculares que –con una eficacia pasmosa– transforman energía en calor y permiten mantener la temperatura corporal. Por ello tiritas, tus dientes castañean…

El por qué del hormigueo y la palidez

Como hemos dicho, cuando hace frío tu cerebro tiene un plan: no perder temperatura corporal. Y para lograrlo activa otros mecanismos muy curiosos.

Uno de los más efectivos consiste en “redirigir” la sangre para evitar al máximo que pase por zonas cercanas a la piel, que está en contacto directo con el frío exterior.

Para lograrlo, los vasos sanguíneos más externos se contraen. Y esa es la razón por la que la circulación a los dedos disminuye, y también el motivo por el que puedes percibir hormigueo.

“La palidez que se produce en la piel cuando hace frío también resulta de la reducción del flujo de sangre por el conjunto de vasos sanguíneos de la piel”, explica para Saber Vivir el Dr. Joan Ramón Barbany, profesor de Fisiología de la Universidad de Barcelona.



¿Sirve para algo la “piel de gallina”?

Aislar la piel es otra forma estupenda de evitar que el calor del cuerpo “se escape” en contacto con el frío del ambiente. Y en este punto… el pelo entra en acción.

Cuando hace frío unas diminutas fibras musculares localizadas en el folículo del pelo también se contraen. Como consecuencia, el pelo se eriza. Y, al hacerlo, bajo él se crea una capa de aire que aísla la piel térmicamente y evita que se “escape” el calor.

El problema en los humanos (los animales son más eficaces en esto) es que se ha perdido la mayor parte del pelo que recubre la piel. Por ello, en muchos lugares solo se percibe la erección del folículo velloso, lo que se visualiza como la conocida “piel de gallina”.

El frío sí puede doler

Cuando el termómetro baja mucho y el organismo lo detecta, se activan los receptores del dolor.

El objetivo es avisar de una forma más intensa a la persona, es "la última llamada" para que busque maneras de entrar en calor antes de que se produzca la hipotermia.

Eso explica por qué a veces sientes dolor en la cara, las orejas o las manos cuando no las estás protegiendo adecuadamente.

“Debe de tenerse en cuenta, no obstante, que si el frío es muy intenso, estos receptores dejan de funcionar (anestesia por frío). Ello explica que las congelaciones de los miembros cursen sin dolor”, alerta el Dr. Joan Ramón Barbany.

Otros síntomas que hay que tener en cuenta y que pueden alertar de una hipotermia son la dificultad para coordinar movimientos de motricidad fina (que cueste escribir o atar un cordón, por ejemplo), los temblores que no se pueden controlar y una extrema palidez cutánea.


El ritmo del corazón también puede cambiar: aunque al principio se produce una taquicardia para subir el ritmo arterial, su latido puede ir volviéndose lento a medida que nos exponemos al frío.

En caso de hipotermia se puede dar una fibrilación ventricular que lleva a la parada cardiaca.

otros cambios si la temperatura baja

Además de las reacciones inmediatas al frío, existe una adaptación a largo plazo (lo que en fisiología se denomina “aclimatación”) que permite que las personas expuestas al frío de forma habitual estén más “preparadas” para soportar las bajas temperaturas.

El organismo puede adaptarse incrementando el metabolismo basal. Y eso significa que se segregan determinadas hormonas que le indican a las células que deben quemar más para generar más calor.

También como respuesta a una adaptación a largo plazo, se puede incrementar el grosor de la capa de grasa subcutánea (que hace de protector térmico).

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